La exposición prolongada a las pantallas de dispositivos electrónicos, como móviles, ordenadores y tablets, también puede afectar negativamente nuestra piel, especialmente la del rostro, debido a la emisión de luz azul.
Esta luz, conocida como luz visible de alta energía (HEV), penetra más en la piel que los rayos UV y puede causar daños a nivel celular. Además, la luz azul contribuye al estrés oxidativo, que puede acelerar el envejecimiento cutáneo, provocando la aparición de arrugas, líneas de expresión y pérdida de firmeza.
A todo ello se le debe sumar que la exposición constante a la luz azul puede exacerbar problemas de pigmentación, como manchas oscuras y melasma, al estimular la producción de melanina. Para mitigar estos efectos, debemos usar productos con antioxidantes, protectores solares específicos para luz azul y reducir el tiempo frente a las pantallas. La piel de los niños es especialmente sensible, por lo que deberíamos tomar medidas de precaución con los más pequeños.